Me han hecho creer que la sangre que periódicamente bebo no
es mi sangre; pero veo diariamente mi espíritu derramado sobre la mesa, como un
manjar del que no me atrevo a comer. El hambre es enorme y sin embargo cada día
deslizo los ojos hacia otra parte.
Por todos sitios, cuerpos que mueren a la intemperie del
cielo como lagartos caídos en olvido; secos, aislados, máscaras vacías se
desploman a mis pies arañando la tierra.
Por todos sitios la resaca de las luces del siglo arrasando
con la vida y cubriendo el mundo de humo y de metal y de fuego.
Del otro lado está la vida que nadie se atreve a convocar.
El amanecer y el crepúsculo se acercan simultáneamente.
Del otro lado está la excedencia sin resto.
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